En muchas empresas, la función de Inteligencia de Negocio, si existe, está encuadrada en el área de Tecnología, o como quiera que se llame: Sistemas, IT o “Informática” (yo me asustaría de una empresa donde este departamento se llamara todavía así).
El motivo de esto creo que está en la creencia de que Inteligencia de Negocio es lo mismo que reporting, o generar informes. Para mi gusto, esto es una equivocación. Como ya dije cuando intenté explicar a qué nos dedicamos los data miners, podemos aportar mucho valor ayudando a interpretar los datos, no sólo produciéndolos. Sin embargo, hay empresas que se encomiendan a sistemas de reporting automático (los llaman Business Intelligence, un nombre con el que no estoy muy de acuerdo), que no siempre están bien diseñados y tampoco son capaces de dar la información con la flexibilidad que se requiere en algunas ocasiones.
Tal como lo veo yo, un área de Inteligencia de Negocio es en realidad un área de Conocimiento para el Negocio. El sustantivo inteligencia significa “capacidad de entender o comprender”, y, en principio, eso no te lo proporciona directamente un informe o una hoja Excel, sino el estudio posterior que haces sobre los datos.
En una organización típica, tenemos a la persona de sistemas, a quien se le ha encargado programar un informe o extracción periódica de la base de datos, y al usuario de negocio (pongamos de marketing) que recibe esa información.
El de sistemas, una vez “puesto en producción” el código, probablemente no se vuelva a preocupar mucho de él (sólo de que las cargas de datos estén bien y esos aspectos operativos). Por otra parte, el de marketing mirará periódicamente esos datos y los tendrá en cuenta en su gestión diaria.
Un problema habitual surge cuando las instancias superiores preguntan el por qué de un dato de ese informe, o directamente lo ponen en cuestión (es frecuente el “eso está mal”). Ahí el técnico de sistemas normalmente dirá que el informe está hecho de acuerdo a los requisitos del negocio, y por tanto que da la información que se pedía. Yo tiendo a estar de acuerdo con esa postura: su cometido es conseguir que el sistema haga “cosas” de forma automática, saber qué “cosas” se necesitan es competencia del negocio. Por su parte, el usuario de marketing seguramente no tenga el conocimiento de la estructura de los datos, ni las herramientas para poder hacer un estudio ad-hoc que aclare las dudas de la superioridad.
En una empresa con un área de Inteligencia de Negocio, la petición de información adicional llegaría hasta ella. Con el personal y las herramientas adecuadas, se podría elaborar ese estudio que mencionábamos, y llegar a una conclusión valiosa para el negocio.
Sin embargo, no todo es de color de rosa en este planteamiento. Una de las principales amenazas para un equipo de Inteligencia de Negocio es tener que dedicar casi todos los recursos a informes pseudo-ad-hoc. Estas son tareas repetitivas que sería necesario automatizar, pero que nunca terminan de “salir” del área, por diversos motivos: porque en sistemas “están muy liados”, porque “vosotros lo hacéis mejor”, porque “no sé manejar” la herramienta de reporting… Esto, por desgracia, es el pan nuestro de cada día en no pocas organizaciones, y es una ineficiencia que impide que un departamento de Inteligencia de Negocio desarrolle todo su potencial.
Por resumir, para mí la función de inteligencia de negocio tiene que ver mucho con los “Servicios de inteligencia”: organizaciones que recogen información y la interpretan en beneficio del país al que sirven. Eso sí, no tienen que ser departamentos tan secretos como el famoso MI6 del Reino Unido, y mucho me temo que no somos ni remotamente tan glamourosos como James Bond… ¿o sí?